
Los datos precisos sobre el nacimiento del arte de cocinar en un horno de barro se pierden en la historia de la humanidad. Su origen, según recientes descubrimientos, nos remonta a Egipto (4000 años a.C.) y una amplia región, más precisamente en la media luna formada por los ríos Tigris y Eufrates, lugar bendecido por la excelente calidad de arcilla, muy particular por su dureza y aislamiento, conservando el calor mucho mejor que otros barros o tierras arcillosas. Vestigios arqueológicos los sitúan en lugares muy dispares y alejados unos de otros. En Europa, por ejemplo, eran famosos los grandes hornos "comunitarios" donde expertos cocineros cocinaban el pan del día, primero para el Rey y su corte y luego para la plebe